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En 1959 (21 años), con el cuidador Eduardo Carabajal y Magneto (Archivo Ricardo Bretón) |
Aníbal
Etchart, Brazo Fuerte, el jockey del rigor y el hombre de la sonrisa permanente
luego, desde cualquier parte en la que haya quedado ligado al turf, como entrenador
o en el comisariato del hipódromo de San Isidro, su última actividad, hasta su
muerte hace tres días, a los 83 años, por un cáncer. Uno podría recabar datos del
archivo y apelar incluso a su memoria (desde la tribuna) para hacer una
semblanza, pero el testimonio de Alberto Iglesias, que pasó por casi todas las
facetas, desde criador, propietario y agente de exportaciones a funcionario de
Palermo, pero sobre todo como amigo, es inmejorable.
“Lo conozco
de Cardales –cuenta, en presente-; estaba siempre allí, pero nació en Arroyo de
la Cruz, un pueblo a unos 10
km de Cardales, entre la ruta 8 y Capilla del Señor. Mi
papá jugaba a la paleta en el bar, almacén y cancha de los Di Yorio, en
Cardales, y ahí lo conocí. Después seguimos en el hipódromo. Los dos somos del 38. Mi papá era handicapper
de Palermo y él ya era aprendiz, había venido a Buenos Aires a los 15 años,
pero ya corría cuadreras en aquella zona”. En los últimos años y después de décadas,
Alberto y Aníbal coincidieron en ser jueces en las carreras, uno en Palermo, el
otro en San Isidro.
"Era un
tipo bárbaro, siempre sonriente, siempre bien, nunca hablaba de más. Lo que yo
destaco de él es que fue uno de los últimos freneros, junto con Oscar Domínguez
(Semilla), Héctor Sueldo. Después vino el freno-filete, cuando apareció el Topo
Sanguinetti. Él corrió con [Irineo] Leguisamo y con Sanguinetti; ganó una estadística
cuando estaba [Eduardo] Jara, era muy difícil para un frenero… estuvo en todas
las épocas”, describe Iglesias, hermano de Jorge, el recordado gerente del hipódromo
de San Isidro desde la reapertura.
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Con Ángel Baratucci (HSI) |
“No sé por
qué pero en San Isidro Etchart ganaba más que acá –estamos en Palermo-; en las
de 1400 en diagonal venía por dentro y los mataba. Estribaba uno largo y uno
corto para distribuir la fuerza mejor y siempre con la cincha floja. En ese
tiempo no había tantos jockeys exclusivos de una caballeriza o un cuidador; le
corrió al Gurí Ojeda, a [Alfonso] Salvati, a Don Yayo. Ganó el Nacional con
Trousseau (The Yuvaraj), entrenado por Sergio Lema, el Jockey Club con Pechazo
(Guatán), Falstaff (Gulf Weed)”. El peso fue un tema que Etchart sufrió como
tantos. “Yo tenía un campito en Escobar y él fue a almorzar; hicimos un asado y
él cortó unos pedacitos chiquitos, comió dos o tres. ¿Aníbal, no le gustó? Es
que me engaño; tengo que correr mañana… Era pesado”.
En los 80,
un cronista contó entre colegas que Brazo Fuerte se había enterado de que uno
de los jockeys consagrados pidió una monta que era de un aprendiz, y la
consiguió. Entonces Etchart intervino ante el jockey, sin violencia pero enérgicamente, y la monta volvió a ser
del joven que se iniciaba. “Siempre defendió a los pibes –asegura Iglesias, para afirmar el concepto sobre su amigo-; cada
vez que hacemos una carrera para aprendices les regalaba una fusta”. Siempre se
recordará la característica que identificaba a Aníbal, su rigor en las riendas
para defender las posibilidades de sus montados, lo que le valió que lo
conocieran como el jockey de los pobres.
Etchart se
retiró en 1983 y estuvo a punto de volver en 1998, a sus 59 años. Entonces,
le pidió a un cronista de La Nación: "No asegure totalmente que voy
a volver. Mejor diga que lo estoy analizando. En un mes y pico habré tomado la
decisión". Llegó a pesar 58
kg en aquel proceso, pero quería llegar a 55. Finalmente,
el regreso a las pistas no se concretó, aunque antes, en 1995, sí había participado
de una carrera de ex jockeys. Su profesionalismo nunca estuvo en discusión.
EL VALOR DE TETAZE