miércoles, 5 de enero de 2022

Duele el retiro de un grande como Altair Domingos, pero dio y recibió tanto del turf argentino que sólo hay que agradecer

El cuadro es el del triunfo de Hi Happy en el Nacional (Hapsa)


El brasileño/argentino, de 40 años, no pudo evitar las lágrimas durante el anuncio, en Palermo, de que deja la profesión de jockey al quedar con casi nula visión en su ojo izquierdo por la lesión sufrida en una caída el 1° de mayo pasado  



Altair Domingos no pudo contener las lágrimas cuando comenzaba a tomar la palabra que le cedió Antonio Bullrich, el presidente de la Comisión de Carreras de Palermo. Todos sabíamos para qué estábamos en esa conferencia de prensa convocada en el espacio de premiación del hipódromo, pero hasta estos días nadie sabía que aquella caída, cuando montaba un potrillo, Goteo Key, que se rompió en esa misma pista, el 1 de mayo, obligaría al jockey a dejar su profesión. Menos en los cuatro días inmediatos al incidente, en los que volvió a correr y ganó un clásico aquí mismo, con Capa Que Sí.

  El doctor Octavio Arakaki, que dirige el departamento médico del escenario porteño, lo había invitado al consultorio poco después de esa victoria para decirle que algo en los estudios que le practicaron “no salió bien”: el nervio óptico izquierdo no funcionaba. Había que esperar una recuperación. Todos la esperamos, como en aquellos finales en los que aprendimos que si atacaba Altair, con Hi Happy, con El Margot, con Kalithea, con Ollagua, no se debía asegurar al ganador hasta el disco porque lo más seguro era que pasara de largo. Lo cierto es que transcurrieron otros 200 estudios y más opiniones de especialistas, hasta que se tuvo la certeza de que sería peligroso seguir llevando las riendas de un sangre pura de carreras. Como si esa sola profesión, con el físico y la mente enteros, no fuera de por sí de riesgo.

  Flanqueado por Arakaki y Bullrich, Altair se puso una camiseta argentina, como para retribuir tantos aplausos por tanta entrega, y con la voz entrecortada agradeció el cariño de la gente y sonrió recordando el inevitable insulto que pocas veces le llegaba porque había que romper los boletos. Estaba allí su esposa, Danielle, embarazada de cinco meses para sumar su tercer hijo y un hermanito/a para Mateo, de 21, y Nicole de 18 -también presente-, universitarios en Brasil; Oscar López, director de La Providencia; Miguel Abregú, que entregó una copa de parte de la Gremial de Profesionales, y mucha gente que lo saludó y se tomó fotos con ese Altair que ahora medita su futuro: “Todavía no sé, tengo varios proyectos, pero seguro que algo con los caballos”, comentó, después de destacar a Hi Happy como el mejor entre muchos fenómenos que dirigió. Y aclaró por qué admira a los aficionados argentinos. “Yo corrí por todos lados, en Estados Unidos, Dubai… pero nadie tiene la pasión que tienen los argentinos por los caballos de carrera y eso me encanta”.

El jockey que aquí se hizo conocido gracias al certamen Fustas de América, que organizaba la Asociación de Periodistas de Turf con pares de esta parte del continente –lo ganó una vez-; el que se llevó dos títulos de Jockey del Año, en 2014 y 2015, y el Olimpia de Plata; el que eligió al ítalo-británico Lanfranco Dettori como el jinete para destacar, tal vez vuelva a su campo de Curitiba, donde tiene sus propios caballos y donde se inició, a los 9 años, hace 31. 

Pero en los doce años que vivió aquí dejó una marca que él mismo llevará siempre, a pesar del abrupto final, agradecido por lo que le brindaron en su segundo hogar.














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