¿Cuántos
vieron a Zodiacal antes de las dos cuadras últimas del Gran Premio Jockey Club
(G 1-
“Me gusta para la distancia, la brazada, no va a quedar en ganador de
una”, le había dicho Dávila en el sorteo de partidores a este blog. También,
que le iba a pedir a Luciano Cabrera, el jockey que lo montaba por primera vez,
que lo trajera un poco más atrás que en sus anteriores actuaciones, para
aprovechar el vértigo que seguramente habría en la delantera. Las esperanzas
estaban fundadas, pero de ahí a que se concretaran con tanta precisión es más
que un guiño del zodíaco. Encima estaba el hecho de conseguirlo con Carlos
Dagostino y sus sobrinos, amigos de Osvaldo, que se guardó una parte de la
propiedad del zaino y con los que había celebrado muchas victorias con Seresta
(Jump Start), entre ellas las del Estrellas Juvenile Fillies de 2015.
“Yo quería que corriera de los últimos y que lo buscara desde los mil,
que se iban a ir quedando. No le conocemos el techo, más tiro le va a venir
mejor todavía”, sigue el entrenador después de la victoria por tres cuerpos
ante Irwin, como si el hilo del martes nunca se hubiera cortado: “A Luciano se
lo hice montar todos los días desde hace una semana, cuando (Osvaldo) Alderete
lo dejó, para que lo conociera, que laburara con él”. Hace una pausa el
exjockey, porque recuerda que él montaba a Zodiacal hasta que las autoridades
de San Isidro se lo prohibieron, por haber percibido el seguro y la
indemnización luego de un serio accidente en 2005. “Pero bueno, se disfruta
igual. Estoy muy emocionado; es distinto que en los tiempos de jockey, yo
siento otra cosa corriéndolos”.
Allí cerca, igual de emocionada, estaba Yolanda Dávila, la memorable
jocketa de Star and Stripes, que el año pasado dejó de ser entrenadora en
Maroñas, donde le fue bien por años. Y llegó para quedarse. “Ni yo podía creer
lo bien que me fue en Uruguay. Vine a mi pueblo, Los Cardales, porque los años
pasan y mis padres se van poniendo viejos; hay que estar ahí. Esperé porque
estaba muy fuerte la pandemia acá y tenía un poco de miedo”, explica. “Cuando
pase todo voy a ver qué hago. Mi hermano tiene para entretenerse”, se ríe y
descarta por el momento la posibilidad de trabajar con el cuidador del héroe
del Jockey Club.
“Estoy recontenta por la carrera que ganó el caballo de Osvaldo.
Impresionante. La atropellada que tuvo es de un fuera de serie, en los últimos
Zodiacal, nacido en los generosos campos de Wilgerbosdrift, el funcional establecimiento cercano a Mar del Plata, que maneja Alejandro García Romero, amplió los límites de la fe razonable con una actuación concreta, a la vista de todos, sin que le regalaran nada, si se repara en que superó a favorito y enemigo del Jockey Club. Esa atropellada tiene por delante nuevos desafíos, pero la esperanza seguirá siendo la misma.
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