miércoles, 4 de agosto de 2021

Endrigo Gennoni, el hijo de Enzo, el criador por herencia y por pasión que cumplió el sueño de su padre

De anteojos oscuros, Endrigo, con el Turco Sahagian, su hijo Pablo y Vivo Enamorada Gza. Turf Diario


Enzo Gennoni le dejó a su hijo Endrigo dos caminos señalados, dos pasiones fáciles de transmitir. El Tano, futbolista consagrado, puntero izquierdo en Vélez, Platense, Rosario Central, River e Independiente en los 60 y 70, hasta que emigró a México para jugar en Torreón, tenía su segundo amor en los caballos de carrera. Endrigo coqueteó con ambas y se inclinó hacia el lado del turf cuando su padre ya no estaba.

“Papá falleció en el 98, a los 55 años; yo tenía 28”, arranca el criador y propietario que no podía menos que bautizar El Wing a su stud y su haras. Padre e hijo nacieron en Moreno, provincia de Buenos Aires. Zurdo, figurita difícil en una colección de jugadores en siluetas que de chicos lo desvelaban a uno y a todos, en el barrio y el colegio, Enzo debutó en Vélez “y le toca la colimba, entonces se va a Uruguay, era un desertor”.  Allí alcanzó a jugar en Racing de Montevideo. “Después, un militar lo llevó a Platense; le dijo que él arreglaba todo y así, ya de vuelta, pudo ir al entrenamiento a la mañana y a la tarde cumplía con la colimba”. Los papeles estaban en orden.

“Lo compró Rosario Central y anduvo bárbaro [un inolvidable equipo con Spilinga, Mesiano, Griguol, luego Poy, el Oreja Giribet], siguió River y de ahí a Independiente, donde sale campeón con Pancho Sá, Pato Pastoriza, el Zurdo López, hasta que surge lo de México; yo tenía 1 año y volví a los 12. Fue jugador y técnico de Torreón, y más tarde intermediario, lo que era una novedad en 1973. Se había retirado a los 29, tuvo varias lesiones, desgarros. Jugó un partido en la Selección e hizo un gol, lo que le dio 100% de eficacia (se ríe); lo contaba cuando le hacían reportajes en la radio…”

¿Y las carreras? Acá empieza a entrar en escena Endrigo. “Mi abuelo era burrero y mi viejo tenía 12 años cuando lavaba copas en el restaurante en el que trabajaba su padre”. Enzo le robaba las monedas al dueño para ir a jugar. “Desde que tengo uso de razón me acuerdo de ir a los studs, el de Ever Rivero, Rabanito López, Maldotti, a lo de Toto Molina en la calle. Mi papá decía ‘algún día vamos a tener un haras’. Había comprado dos hijos de Shy Tom en La Biznaga, Vago Tom y Valentino Tom, y cuando murió me hice cargo de todo, entre otras cosas de los caballos, porque soy el mayor de cuatro hermanos, un poco obligado pero también porque me gustaba. Habían sido precios récords en remate –como para no serlo, sus madres eran Vaga Toss y Vacacionante-; Vago Tom ganó tres. Ahí me enganché y arranqué”.

 

Aparece Pellegatta

 El último empujón, si es que a Endrigo Gennoni le faltaba eso, era cruzarse con un entrenador como Roberto Pellegatta. “Cuando lo conocí empecé a aprender sobre conformación, vareo. Trabajaba en el Centro y los lunes y viernes venía a las partidas en Palermo. Compramos yeguas madres a medias, aprendí mucho con él. Había alquilado un campo detrás del zoológico de Luján y compré algunas potrancas y potrillos; sacamos a Little Jim, que fue Mejor 2 Años y Caballo del Año en 2003; quedó tuerto antes de venderlo a Arabia y lo compraron igual. Corrió la Triple Corona de Dubai: entró primero en la UAE 2000 Guineas, segundo y tercero en las otras dos. Era un hijo de Roar y Clavija, hermano materno de Lord Jim, aquel Lode que cuidaba Derli Gómez”.




La sociedad con Little Jim era con Pellegatta y el doctor Dellagiovanna. Y gracias a la transacción hizo realidad el sueño de su padre. “Con la venta de Little Jim compré el campo donde estoy criando ahora, cerca de La Quebrada, en el límite entre Luján y Pilar. Tengo 22 yeguas y acciones de varios padrillos; tuve el 10% de Not for Sale, algo de Lizard Island, y ahora Portal del Alto, que murió hace unos días. Pero no busco ya. Estaba todo negociado, me quedo con lo que tengo y después veré de comprar un par de servicios para las yeguas que me dieron ganadores clásicos. Desarrollar padrillos con pocas yeguas es difícil, por eso compro acciones de padrillos que sabés que van a ser apoyados. Lo que hizo Not for Sale con quince o dieciocho servicios es muy raro. Con La Pasión, que me da gusto negociar por el trato, quise entrar en el Constitution que trajeron, Governor Morris, pero ya estaba todo cerrado”.

Endrigo no se olvida de mencionar a la notable Eivissa Jet. “Una pinga que corrió nueve y ganó diez. Hicimos una sociedad con Daniel Mautone y Pablo Maggio; está de madre en el haras Vacación. A mí me falta sacar el gran caballo”, la última frase es del criador. “Tengo 12 o 15 crías por año, empecé con seis. Y vendo todo, aunque siempre algo te quedás, por un motivo u otro. A veces pedía un poco más por alguna que te gusta y si no se vende se queda”. Con los colores de El Wing ganaron Forty Licks (Nacional) y Strawberry Lake (Joaquín de Anchorena), un hijo de Salt Lake. “Se los prestaba a los Balbi”, recuerda.  

“Cuando se remató La Biznaga lo lementé por los años de selección que había ahí. En la liquidación se fueron muchas yeguas afuera. Hoy las mejores yeguas madre las tiene Firmamento. Me gustan los caballos de la media y la larga distancia. Nunca corrí los de dos años, no me gusta. A Pellegatta y al Turco Sahagian, que también me está cuidando ahora, se los mando en marzo; les hago pre-training en el campo a los pocos que me quedo. Los caballos que empiezan en noviembre no llegan a diciembre del año siguiente, salvo excepciones. Prefiero preservarlos más”.

Por un tiempo, Endrigo sí estuvo vinculado con el fútbol. “Fui intermediario hasta 2012, cuando me dediqué a los caballos y a comprar propiedades, reconstruir”. Enzo sufrió Esclerosis Lateral Amiotrófica, la que padeció Roberto Fontanarrosa y en estos días el senador Esteban Bullrich. “Fue a los mejores médicos de Europa y Estados Unidos y le dijeron lo mismo que acá. Se lo llevó en dos años, un tipo deportista, sano… Es tan poca la gente que lo tiene que casi no se investiga”. Mamá Graciela va al campo porque le gustan las plantas, las flores, la huerta, nada que ver con los caballos. “Me plantó árboles ahí. Somos cuatro hermanos y papá tuvo otras dos hijas de su segundo matrimonio, así que somos seis y nos llevamos bien, todos. Yo tengo dos hijas, una de 21 y otra de 17”.

Ahora tengo pocos caballos en training. El viernes 30, en San Isidro, ganó Ian, una potranca hija de Cisne Branco y una madre Intérprete mía, Iliniza. El mejor que tuve fue Little Jim, pero no lo crié yo, y de los criados por mí Kohinoor (Cima de Triomphe), Thunder Baby, que la cuidaba yo y la presentaba Bismarck Molina (sonríe con la mención); Vivo Enamorada, una Not for Sale que murió cuando iba en el trailer para ser servida… a veces es muy ingrato esto y el camino hasta que debute el caballo se hace largo”. En el campo hay una veterinaria residente, Lucía Romero, que “hizo mucho tiempo training y quería aprender un poco de reproducción; está hace dos años, y de veterinaria jefe de reproducción tengo a Celeste Silva. Además, Tito Rendine se ocupa del la caballeriza en San Isidro. El domador es Gabriel Cinarelli”.

La gran amistad de Enzo Gennoni con Roberto Moya, legendario cronometrista de La Nación en San Isidro, no podía quedar afuera en la charla. “De chico me acuerdo de ir a la cancha y subir con mi papá a la cabina para ver a Moya”.

 

La anécdota del Bambino Veira y John Wayne

 Héctor Veira jugó en Torreón y en su rival, Santos. Sale inevitable la referencia:  “Torreón está en el Norte, en el límite con EE.UU. En Torreón y en la contra, Santos, jugó el Bambino Veira cuando tuvo la famosa anécdota con John Wayne, con el que trabajó de extra en una película y que después le cerró la puerta en la cara dos veces.  “Lo que pasa es que me conoce de indio”, le dijo al amigo al que iba a presentarle al actor.  “Me acuerdo que yo iba a la casa del Bambino, que vivía con Lidia, su primera mujer, me llevaban a comer. Cuando nos vemos siempre lo recuerda, me da un abrazo, buen tipo”.



EL VALOR DE TETAZE















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