En el haras Santa Inés, donde fue criado, vio la luz un homenaje al mejor caballo del mundo en 2007, con una memorabilia que incluye recuerdos, información sobre su campaña, artículos periodísticos, fotos y una pantalla que muestra videos de todas las carreras y sus triunfos en tres continentes, que estará abierta al público
El de hierro es Invasor; a la derecha, su madre de carne y hueso, Quendom, lo está observando |
El Museo de Invasor es una realidad. El jueves 1 de junio, la tranquera del haras Santa Inés se abrió para una presentación esperada, en el campo que fue del haras Santa María de Araras -radicado casi exclusivamente en Mar del Plata- donde queda incluso personal de la cabaña brasileña y donde Alessandro Miserocchi, el criador del prodigio, y su mujer, fueron distinguidos anfitriones. Entre los que asistieron a la reunión estuvo Javier Iguacel, intendente de Capitán Sarmiento, el distrito limita con San Antonio de Areco y genera una discusión amigable y que despertó un comentario divertido, sobre dónde se encuentra Santa Inés.
En unas palabras que oficiaron de bienvenida, Miserocchi reflejó su admiración por Invasor y agradeció al turf uruguayo, donde el hijo de Candy Stripes obtuvo la Triple Corona y saltó a su primera fama. Gustavo Duarte, su jockey en Maroñas y de actuación en nuestros hipódromos durante cinco años -trabajó con Carly Etchechoury, entre otros-, fue uno de los invitados especiales. En las paredes, la trayectoria del notable ejemplar se reproduce al detalle en innumerables fotos, artículos periodísticos, trofeos, y un video repite su campaña en Uruguay, Estados Unidos y Dubai, en una exhibición de muy buen gusto curada por la diseñadora Geraldine Cunto, desde hace años una integrante más de la grey burrera.
“Esto es algo que yo
sentía como un deber hacia Invasor, para devolverle lo mucho que él me dio y le
dio al turf argentino y sudamericano y diría que al turf internacional”,
confesó Miserocchi a Turf Class. “Si uno lo piensa, ha hecho cosas que parecen imposibles
y con la simpleza que lo hizo parecían fáciles; se enfrentó en la carrera más
importante del mundo con los mejores caballos y en los mejores hipódromos del
mundo, porque Estados Unidos tiene muchos pero son cinco o seis los más
importantes e Invasor ganó en Pimlico, donde se corre el Preakness; en Belmont,
en Churchill Downs, en Gulfstream Park, en Saratoga. Todas las carreras que
corrió en EE.UU. fueron de Grupo 1 y ganó las cinco… casi imposible. Todo eso lo
coronó con la Dubai World Cup”.
Invasor había sido
llevado de regreso a los Estados Unidos luego de tener su desquite en Nad Al
Sheba, el hipódromo que entonces era sede de la serie de la Copa del Mundo y
donde había terminado cuarto en el UAE Derby, su primera actuación, cuando
Kiaran McLaughlin, su entrenador, admitió que aún no lo conocía bien. El
estadounidense era cuidador de Shadwell, la caballeriza que defendió el zaino
colorado y pertenece a uno de los jeques dubaitíes, de modo que al profesional no le faltaba experiencia en ese medio.
La intención de los
propietarios era intentar repetir la gran campaña de 2006, pero una lesión dejó
trunco el proyecto e Invasor fue retirado. En ese momento, Misserocchi llevó a
la madre de Invasor, Quendom, a Hill ‘n’ Dale, la estación de montas de
Kentucky, para que fuera servida por padrillos del hemisferio norte, y en los
Estados Unidos dio cuatro crías que fueron comerciales, claro, pero no
alcanzaron relevancia en las pistas. Luego, la repatrió. “Quendom me ha dejado en la Argentina dos buenas hembras,
una Fortify de 2020 y la otra por Hi Happy, nacida en 2022. El año pasado, a
sus 25 años, la dejamos sin servir y está pensionada. Para su edad está muy
bien”. Miserocchi está entusiasmado con el aporte genético de una yegua que
está en la historia, y que en ese momento era exhibida de tiro ante la
concurrencia y posaba cuando cada asistente lo solicitara, sin problema.
El propietario de Santa
Inés remarca que el museo de Invasor estará abierto para todos los interesados
en conocer una memorabilia fundamental para el turf argentino, uruguayo y
sudamericano en total, y también para el resto del planeta hípico. “Sólo vamos
a pedir que previamente se concierte una cita para que todos los visitantes
puedan ser atendidos como corresponde”, subraya Alessandro Misserocchi, que en medio de catálogos y programas de carreras incluyó un detalle: una botella de agua mineral que conserva sin abrir y que compró en alguno de los hipódromos donde presenció un triunfo de Invasor. Ser
testigos de las hazañas de semejante caballo a través de su museo es un
privilegio.
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