Ramallo, con Leandrinho y Nicolás Martín Ferro, fundamentales para el triunfo / RRPP La Plata |
El criador y socio en Treasure Island celebró la inédita victoria (para su haras, El Doguito) en el clásico mayor de La Plata, alejado por un rato de las funciones como Presidente de la Comisión de Carreras del Jockey Club pero cerca de la afición que le transmitió su abuelo, el recordado Mariano Villar Urquiza
Un triunfo especial. Eso fue lo que conquistó Treasure Island en el Gran Premio Dardo Rocha (G 1-2400 metros), a juzgar por lo que confiesa Juan de la Cruz Ramallo, su criador en el haras El Doguito, y uno de los propietarios. Cuando uno se sienta en la antesala del recinto de la Comisión de Carreras del hipódromo de San Isidro, que preside Ramallo, para la charla, se encuentra casi con un ganador primerizo en las grandes ligas. Su entusiasmo está en las antípodas del dirigente severo, que debe dirigir un centro hípico enorme -por influencia y por dimensiones- y que por ello a veces toma decisiones que no sintonizan con lo que necesitan los dueños de caballos y el público que asiste a las carreras, los sostenedores más sacrificados de la actividad.
A Juan Cruz le dura la alegría porque es su primer Dardo Rocha y porque lo alcanzó con un grupo de amigos bajo los colores del stud Bien de Abajo, una de las mejores formas de ganar en el turf.
-¿Cuántos Grupo 1 suma El Doguito?
-(Piensa, pero esa enumeración parece estar siempre a mano). El Anchorena, el San Isidro, Gran Criterium, Martínez de Hoz, Copa de Oro, Dardo Rocha, Criadores. El Lerena, como propietario, que fue el primero, con La Olla (Fitzcarraldo), Nicholas fue campeón millero… La característica de todos es la durabilidad: Wilander corrió hasta los 8 años.
El Doguito es un emprendimiento del que participa toda la familia. La abuela Olga, de 103 años sigue las carreras. “Igual que mi mamá, mi mujer, mis hijos, mi tío… Que ellos hayan querido seguir con la pasión de mi abuelo es invalorable”, se enfoca Juan Cruz. Su tío es Juan Villar Urquiza, el presidente del Jockey Club, claro.
Treasure Island, hijo de Treasure Beach, tiene su historia. Pertenece al mismo grupo de amigos de Wilander, Claudio Rodríguez, Martín Campos, Nico Martín Ferro, Mariano Sáenz, Nacho Desmar, que cada año elige potrillos. Un grupo que Juan empezó a conocer cuando integraba la Comisión de Carreras de Palermo. “Este caballo había quedado en el campo; ya habían elegido a Il Divo (Treasure Beach), que fue 3° en el Jockey Club y se rompió en el Pellegrini (6°). Claudio lo pidió, pero se hace un corte en la doma, en el campo”. Ahí entró en la sociedad Juan Cruz, “como garantía”.
Ese potrillo con carácter, con una cicatriz y la pata algo deformada (pero sin lesión), “no se lo podía llevar así a Nico”, dijo Rodríguez, entonces se lo trasladó a Tandil, al stud de Norman Noya. “Justo se cumplen 20 años del Dardo Rocha que El Cheque (Acceptable) perdió contra Badajo por la cabeza; Carly Etchechoury, que lo entrenaba, me llamó. ‘La revancha’, me dijo. Ahora tuve la misma sensación cuando llegué al hipódromo de La Plata”, revela Ramallo.
“Tenemos 35 yeguas madre y no llevamos caballos a los remates, vendemos a los clientes de siempre. Tenemos el mismo equipo que trabajba con mi abuelo en el haras, con Lucio como encargado, Federico Molina, los hermanos Franco, Charo Bareni, Luis Laborde, todos tienen la camiseta de El Doguito”.
Para Juan Cruz Ramallo, el triunfo en el Dardo Rocha es como un oasis entre los desvelos por el hipódromo de San Isidro. “Tenemos la suerte de contar con un centro de entrenamientos; el Hospital Veterinario propio y un hospital para humanos en el mismo predio; el laboratorio. Y las carreras se hacen todo el año, no hay temporadas como en Europa y Estados Unidos”, recuerda. “Es un elefante blanco que es difícil de mantener, pero sería más fácil con mayores ingresos, con más recaudación”. Y entiende el manejo del Fondo de Reparación en esta administración: “Lotería hace un esfuerzo, pero no recibe los fondos directamente sino después de que el Estado provincial lo distribuya.”
Somos un país complejo
“Hay una cultura muy grande por jugar clandestino, de trabajar en negro, de no facturar. Después, esa misma cultura, por la que no se vuelca el juego al totalizador, se queja de la dirigencia. Los premios no se generan por arte de magia. Los más críticos son los de Interior y el 4% del juego es del Interior, donde se quejan. El juego lo rige cada provincia. Es lo mismo que pasa con la revista Palermo (es escaneada y copiada sin permisos); el que la vende en un quiosco tiene al lado a quien la vende con todo en negro”, dice desde hace años el directivo. Un problema que la dirigencia hípica delega para reducir sus efectos en las autoridades nacionales, provinciales y municipales.
Por otro lado, Ramallo pone una paradoja argentina: “Los recursos naturales, la crianza, los propietarios y la dedicación están, y no se puede culpar siempre a los gobiernos si no se hacen las cosas bien; es una tarea de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba”.
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