jueves, 5 de enero de 2023

El problema es que no se sabe de arrepentimientos, no la sanción

 


Dos años de "ruptura de relaciones con la Caballeriza Mamina y con sus propietarios" por los incidentes tras el Gran Premio Jockey Club, en el que El Musical había sido distanciado, fue el dictamen de San Isidro, esperado durante tres meses, sobre una situación nunca vista




 

La cuestión de la sanción al stud Mamina no es si está bien o está mal, si el monto del castigo es mucho, escaso o acorde a la falta. El problema es que jamás se escuchó una palabra de arrepentimiento de parte de los responsables del grave incidente del Gran Premio Jockey Club (G 1) por el cual la casilla de jueces del hipódromo de San Isidro fue vandalizada en el intento por ingresar por parte de los actores mencionados en la pena dispuesta por la Comisión de Carreras, entre otros. Además, uno de ellos “descolgó” las chapas del marcador.

  En sintonía con estamentos de la sociedad que deciden sobre asuntos más importantes, cunde el pensamiento de que si no me gusta la ley o su aplicación me perjudica –la regla, en este caso- hay que modificarla, porque la equivocada es la norma, al igual que su aplicación. ¿Mi conducta? No, eso no importa. Lo que importa es que el marco legal establecido y vigente transgreda mi voluntad y me altere.

  El Jockey Club decidió “suspender relaciones con la Caballeriza Mamina y con sus propietarios, Diego Hernán García y Ariel Fernando García por dos años a contar desde la suspensión provisional, hasta el 15 de octubre de 2024 inclusive, por su grave inconducta”, según reza el texto del dictamen que se conoció el martes. Como se recordará, la carrera se definió por distanciamiento de El Musical por las molestias que le causó a Natan en la recta final.

  El turf, que busca llegar a un público masivo al menos en una proporción como hace décadas lo conseguía sin streaming, Internet ni redes sociales, tuvo su trascendencia indeseada cuando los ahora sancionados recurrieron al noticiero de un canal de TV abierta, que con total liviandad e ignorancia opinó que los propietarios del caballo infractor habían sido víctimas de un fallo erróneo.

  Las carreras necesitan reconocimiento por sus espectáculos, sus caballos y sus profesionales. Todo lo que sea reclamos por las decisiones de sus cuerpos colegiados debe zanjarse por los mecanismos que encuadran la actividad, no con violencia ni dilapidando recursos para que alcancen más público las situaciones que avergüenzan.













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