lunes, 2 de agosto de 2021

Eduardo Solveyra (h): "Desde los 6 años iba con mi abuelo a la cancha para ver trabajar a Alfonso Salvati"

El criador de Ciudad de la Furia, la ganadora del Clásico Luis María Campos (G 2), dirige el haras Don Yayo en una recuperación de sus mejores tiempos, con buenas sociedades 


Ciudad de la Furia ya reaccionó, para ganarle a la valiente Super Zan por 3/4 de cuerpo                                   Hapsa      

La victoria de Ciudad de la Furia (Equal Stripes) en el Clásico General Luis María Campos (G 2-1600 m) trajo al haras Don Yayo al primer plano otra vez. Y parece que no será un ave de paso la yegua que se impuso sin luz ante Super Zan (Super Saver), a juzgar por lo que cuenta Eduardo Solveyra (h.), que dirige la cabaña que sale del ostracismo o al menos del cono de sombra en el que entró luego de décadas de eficacia en las pistas.

Ciudad de la Furia dio una muestra de agallas que habrá que tomar en cuenta para las distancias que vienen, pero que ahora le dio su mejor triunfo y la mantiene invicta en dos actuaciones. Con Wilson Moreyra en las riendas, se hizo de la punta desde el vamos y se bancó el asedio de Super Zan, una potrancas que traía arrimes clásicos importantes –tercera en el Atucha, quinta en el Estrellas Juvenile Fillies- y que llegó a superarla en el medio de la recta final. La reacción junto a los palos de la potranca que entrena Jorge Mayansky Neer, al cambiar de mano tras el incentivo de zurda del jockey, cambió un panorama que no era optimista y fue para ponerla en un cuadro. El desquite en la Polla de Potrancas (G 1-1600 m) ya genera expectativa.

Solveyra, pura sonrisa tras la premiación, comentó sobre la madre de Ciudad de la Furia, Cazadora de Areco (Not For Sale): “La tengo en sociedad con David Gliksberg y a la potranca también. Es una yegua que cuidaba Roberto Pellegatta, que corrió cinco y ganó tres, incluso ante yeguas clásicas, y después le saltó una cuerda. Yo dirijo el haras; soy la tercera generación continuando a mi abuelo y mi papá (Eduardo), que sigue criando y maneja las cosas conmigo, me da una mano si lo necesito”.

Eduardo tomó la posta en un momento difícil, tras los últimos grandes éxitos de mediados de los 80, con una base horadada por los resultados negativos. “Me dediqué a cuidar –evoca- cuando el haras se liquidó, de a poco volvimos y aquí estoy. Fue una reducción grande porque una de las hermanas de mi padre no quiso seguir, pero los padrillos no acompañaron, era inviable. Él es médico y fue piloteando todo cuando murió mi abuelo; tuvo que empezar de cero y ahora se da el gusto de criar con su propio  nombre”.

Hoy, con el empuje de una topadora llamada Equal Stripes y un par de sus descendientes –uno nacido en su campo-, Solveyra ve la luz. “Tengo un padrillo, Valid Stripes, un hijo de Equal Stripes, del que conservo además algunos servicios, y una parte de Equal Talent (Equal Stripes), el más nuevo, que está en San Lorenzo de Areco. Lo criamos nosotros y ya está dando”.

Don Yayo no pudo escapar de una tendencia que se da en el mundo y en la historia, cuando el turf viene en la sangre pero no continúa en todas las familias, por arraigadas que estén en la actividad. “Mi primo, Patricio, hijo de Roberto [recordado presidente de la Comisión de Carreras del hipódromo de Las Plata] fue cuidador pero ya no se dedica, está en el campo y le va bien, nada que ver con los caballos, no era lo que gustaba. Yo tengo unos cuantos hermanos y el único que se dedica a esto soy yo. Es una actividad que a uno le tiene que gustar, porque 2 más 2 no es 4, se invierte mucho y por ahí el servicio no corre nada o se muere. No es sembrar soja y saber que si te acompaña la lluvia te va a dar, por eso hay que tener pasión y vocación y a mí me encanta”. Sencillo de sentir, arduo para llevar a cabo.

“Yo viví la época de Con Brío (aquel hijo de Ribot, gran padrillo en los 70 y 80), iba a la cancha a los 6 años con mi abuelo a ver trabajar a [el entrenador Alfonso] Salvati. El stud de San Isidro era el que últimamente fue de La Biznaga. Salvati cuidaba a Haras Don Yayo y Stud Lagrange, todo junto. De esa época salieron Eterna Fe, Vale más, Middle (tres hijas del tordillo Good Bloke), ganadoras de clásicos de Grupo, parecía que todo venía bien, que era fácil, pero después vino el problema de los padrillos. Desde siempre escucho que un buen padrillo te levanta un haras y que cuando no dan te lo desarman, te arruinan los vientres, no podés vender bien, no ganan y te fundís. Tengo 50 yeguas mías y mi papá 20. Y hay algunas en sociedades, como la que existe con David, que pone la yegua y nosotros el campo, la cría”.



EL VALOR DE TETAZE










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