Roberto Soskin fue a comprar potrillos al haras Carampangue y se encandiló con uno que el criador pensaba reservar; los dos acertaron con el ganador del Clásico Miguel Cané (G 2)
La vida del propietario de caballos de carrera es todo lo sufrida y todo lo gozosa que puede ser cualquier otra que implique un emprendimiento y una inversión. Pero elegir por primera vez un caballo, comprarlo y que sea clásico es difícil, aunque la carta está en el mazo como una posibilidad. Y no es una utopía por aquello de que los buenos caballos nacen en la tierra que sea, o en el país que fuera, como piensa el jeque Mohammed al Maktoum, que rige los destinos de Dubai.
Cuenta Ignacio Pavlovsky, veterinario, director de haras y directivo del
hipódromo de Palermo, que Roberto Soskin visitó Carampangue y después, de
observar algunos potrillos, se detuvo en uno que apenas le habían mostrado.
“Pensaba reservarlo –recuerda Nacho-, me gustaba el físico, con una buena
paleta, pero la política es vender y 2020 fue muy difícil…”. Irwin (Seek
Again), el sangre pura de carreras que atraía por su aspecto, ganó este sábado
el Clásico Miguel Cané (G 2-
El defensor del stud Volver al Futuro, entrenado por Juan Franco
Saldivia, deslumbró por la forma en que
se sacó de encima a Storefront (Fortify) cuando fue a buscarlo en la recta
final, como si lo rebotara para atrás. Así, se impuso por cuatro cuerpos. “Me
emparejó, pero en cuanto lo moví salió fuerte y se fue. La verdad es que
llegamos bien montados a la Polla”, comentó William Pereyra, el jockey ganador,
desestimando que Storefront hubiera superado a Irwin en el momento en que se
juntaron. Fue la segunda victoria clásica de Irwin, que se quedó con el Raúl y
Raúl E. Chevalier (G 2) siendo perdedor y luego fue segundo en el Estrellas
Juvenile (G 1).
El año pasado, Pavlovsky y Soskin comenzaron esta historia. El vendedor describe al comprador: “Es muy carrerista, burrero, de venir a las carreras y tener algún caballo en sociedad, pero el año pasado compró diez, tres de ellos a mí, asesorado por Vaca García. Por suerte arrancó con el pie derecho; siempre le digo lo difícil que es esto y lo extraordinario que le está pasando. De la cantidad de propietarios que no pueden correr clásicos en años. Estoy contento por el padrillo, por el haras y por él. Es fundamental que los caballos que uno cría ganen en otras manos”.
Pavlovsky agradece que la viuda de Joaquín Barros continúe la operación
de Carampangue en la Argentina. “No tiene hijos pero sí sobrinos a los que les
gusta. Yo vivo día a día, las cosas no duran para siempre. Si un día terminó
Ojo de Agua, por qué no va a terminar Carampangue. Es un lugar que quiero mucho
–allí cría también con sus yeguas del haras La Manija-, es mi casa. Fue muy
especial porque la plata no era mía, obviamente, y lo hice a mi modo, como yo
quería, sin que opinara nadie. No me va a volver a pasar que un patrón me diga ‘hacé
lo que sea’. El campo se compró en 1994, yo tenía 25 años”.
Nacho Pavlovsky falleció hace casi tres años y si fue una gran
personalidad para el turf, es sencillo deducir que también lo fue para sus hijos.
“Mi papá no influyó en cuanto a las decisiones, pero sí me formé con él, fue
una persona de consulta imprescindible.
Yendo y viniendo de las carreras contaba que le pasó tal cosa o tal
otra, fijate en aquello, y generalmente pasaba así. Papá tenía mucho potrero,
experiencia, y era mucho más científico que yo, estudiaba mucho, era una
especie de Indio Espinoza [el reconocido veterinario y cirujano equino], era
muy hijo de su padre, Alfredo, que fue hematólogo e investigador. Él creó
Fundaleu (la notable Fundación de Lucha contra la Leucemia) y papá tenía mucho
de eso, siempre estaba probando drogas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario