domingo, 1 de agosto de 2021

Las historias del propietario novato y el criador de primera se encuentran en los triunfos de Irwin

Roberto Soskin fue a comprar potrillos al haras Carampangue y se encandiló con uno que el criador pensaba reservar; los dos acertaron con el ganador del Clásico Miguel Cané (G 2)



La vida del propietario de caballos de carrera es todo lo sufrida y todo lo gozosa que puede ser cualquier otra que implique un emprendimiento y una inversión. Pero elegir por primera vez un caballo, comprarlo y que sea clásico es difícil, aunque la carta está en el mazo como una posibilidad. Y no es una utopía por aquello de que los buenos caballos nacen en la tierra que sea, o en el país que fuera, como piensa el jeque Mohammed al Maktoum, que rige los destinos de Dubai.

Cuenta Ignacio Pavlovsky, veterinario, director de haras y directivo del hipódromo de Palermo, que Roberto Soskin visitó Carampangue y después, de observar algunos potrillos, se detuvo en uno que apenas le habían mostrado. “Pensaba reservarlo –recuerda Nacho-, me gustaba el físico, con una buena paleta, pero la política es vender y 2020 fue muy difícil…”. Irwin (Seek Again), el sangre pura de carreras que atraía por su aspecto, ganó este sábado el Clásico Miguel Cané (G 2-1600 m), en la arena de Palermo, con una actuación que les dio la razón a ambos y ahora atrae por sus enormes condiciones de corredor.

El defensor del stud Volver al Futuro, entrenado por Juan Franco Saldivia,  deslumbró por la forma en que se sacó de encima a Storefront (Fortify) cuando fue a buscarlo en la recta final, como si lo rebotara para atrás. Así, se impuso por cuatro cuerpos. “Me emparejó, pero en cuanto lo moví salió fuerte y se fue. La verdad es que llegamos bien montados a la Polla”, comentó William Pereyra, el jockey ganador, desestimando que Storefront hubiera superado a Irwin en el momento en que se juntaron. Fue la segunda victoria clásica de Irwin, que se quedó con el Raúl y Raúl E. Chevalier (G 2) siendo perdedor y luego fue segundo en el Estrellas Juvenile (G 1).

                                                                            En los extremos, Pavlovsky y Saldivia; Soskin sostiene a Irwin


El año pasado, Pavlovsky y Soskin comenzaron esta historia. El vendedor describe al comprador: “Es muy carrerista, burrero, de venir a las carreras y tener algún caballo en sociedad, pero el año pasado compró diez, tres de ellos a mí, asesorado por Vaca García. Por suerte arrancó con el pie derecho; siempre le digo lo difícil que es esto y lo extraordinario que le está pasando. De la cantidad de propietarios que no pueden correr clásicos en años. Estoy contento por el padrillo, por el haras y por él. Es fundamental que los caballos que uno cría ganen en otras manos”.

Pavlovsky agradece que la viuda de Joaquín Barros continúe la operación de Carampangue en la Argentina. “No tiene hijos pero sí sobrinos a los que les gusta. Yo vivo día a día, las cosas no duran para siempre. Si un día terminó Ojo de Agua, por qué no va a terminar Carampangue. Es un lugar que quiero mucho –allí cría también con sus yeguas del haras La Manija-, es mi casa. Fue muy especial porque la plata no era mía, obviamente, y lo hice a mi modo, como yo quería, sin que opinara nadie. No me va a volver a pasar que un patrón me diga ‘hacé lo que sea’. El campo se compró en 1994, yo tenía 25 años”.

Nacho Pavlovsky falleció hace casi tres años y si fue una gran personalidad para el turf, es sencillo deducir que también lo fue para sus hijos. “Mi papá no influyó en cuanto a las decisiones, pero sí me formé con él, fue una persona de consulta imprescindible.  Yendo y viniendo de las carreras contaba que le pasó tal cosa o tal otra, fijate en aquello, y generalmente pasaba así. Papá tenía mucho potrero, experiencia, y era mucho más científico que yo, estudiaba mucho, era una especie de Indio Espinoza [el reconocido veterinario y cirujano equino], era muy hijo de su padre, Alfredo, que fue hematólogo e investigador. Él creó Fundaleu (la notable Fundación de Lucha contra la Leucemia) y papá tenía mucho de eso, siempre estaba probando drogas”.

Puede ser breve el recorrido de Irwin en el mundo de la hípica, pero todo lo que hay detrás, como la historia de su criador y de su propietario, es lo que lo vuelve singular, igual que el camino que los reunió y que quizá los lleve a la Polla de Potrillos (G 1), dentro de un mes.



EL VALOR DE TETAZE












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