domingo, 24 de octubre de 2021

El Latinoamericano vuelve a su casa de origen, donde la "supremacía" argentina en 1981 empezaba a tambalear




 

Lo que aquí se vaticinó como un dominio de nuestro país, se diluyó con las 10 victorias de Brasil, 9 de Peú y 9 de Chile, más una de Uruguay contra 7, en el historial; en esta 37a versión, Miriñaque, Village King y Sandino Ruler recibieron los mayores elogios



En la primera versión, hace 40 años, el Gran Premio Latinoamericano (G 1-2000 m) fue, a ojos y mentalidad argentinos, un clásico en el que el turf argentino vendría a demostrar su superioridad sobre el resto del subcontinente por sus caballos, los clásicos de los que surgen y una cría de innegable calidad. Histórico pensamiento basado en antecedentes sólidos: basta ver los triunfos a repetición en el Gran Premio Brasil (G 1) o el José Pedro Ramírez (G 1) hasta la década del 80.

Pero el golpe de realidad que dieron los brasileños con tres victorias consecutivas, comenzando con la que obtuvo Dark Brown (Tumble Lark) en aquella jornada inaugural de Maroñas, seguida de la primera en San Isidro, fue fuerte. Tanto, que sólo en la novena versión del clásico, en 1989 en La Plata, se dio el esperado triunfo de un caballo argentino, con Savage Toss (Egg Toss), un oasis al que se sumó Potrillón (Ahmad) en 1992, en San Isidro, precediendo otra serie de ocho, entre brasileños, peruanos y chilenos, que cortó Don Incauto (Roy), en 2005.

Sin llegar al nivel de lo que significaron los campeones morales de los 50 en fútbol, con  la debacle del Seleccionado en el Mundial de Suecia en 1958 y la impensada goleada 1-6 ante Checoslovaquia, el turf argentino se fue al extremo opuesto. El Latinoamericano descendió un escalón para propietarios, profesionales y criadores en las cartas clásicas de Palermo, San Isidro y La Plata. Los traslados eran obstáculos para las campañas futuras y con razón, pero por décadas no se buscaron soluciones para algo vital, si se quiere correr con chances en el exterior. Se tomaba como una gestión que debían hacer los hipódromos –cierto, eran los que presionaban a los propietarios para que compitieran cuando la carrera tocaba en el exterior-, pero pocos se alcanzaron a preguntar cómo en tiempos de “supremacía argentina”, un caballo como Good Time (Jerry Honor), por caso –hubo otros- ganaba los clásicos Major Suckow (1000 m) y Presidente de la República (1600 m), pruebas complementarias del GP Brasil, en Gávea, con 24 horas de diferencia entre ambos, en 1963.

Los éxitos en la Breeders’ Cup, entre otros conseguidos en los Estados Unidos, no tuvieron su correlato en el Latinoamericano, algo explicable por cierta reticencia de los propietarios a correrlo como visitantes, porque la calidad de los caballos exportados era en general superior o porque, sencillamente, los rivales fueron mejores.

La frase “La casa se respeta”, que Carlos Sarmiento pronunció en su relato en Monterrico, cuando el local Lidieris (Mizzen Mast) se impuso en 2014, recibió críticas de muchos no peruanos. La objetividad no es un rasgo de los narradores cuando las emociones llegan al máximo. Carlitos les gritó a los peruanos de las tribunas, no al turf de la Argentina que, nos consta después de tantísimos años, él admira. Pero los críticos se equivocaron en tomarlo como algo personal o como desquite de los tiempos en que éramos demasiado petulantes.

Por cierto que sin la mentalidad triunfalista del pasado, la tendencia este año, cuando la carrera vuelve a Maroñas, viró desde las posturas negativas que predominaban todo en el siglo XX y comienzos del XXI. Miriñaque (Hurricane Cat), Village King (Campanologist) y Sandino Ruler (Roman Ruler) conforman un trío con pretensiones ciertas, lo cual responde a la confianza de sus dueños en los caballos y en el prestigio del Latinoamercano. Son los mejores de la nómina, según los especialistas que pueden opinar sin la camiseta puesta.

Que nada impida disfrutar de una carrera única, ni siquiera pensar en un resultado adverso para los argentinos. Se compite para ganar, nadie lo duda, pero si eso no ocurre, que no pierda el turf.
















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