Lo que aquí se vaticinó como un dominio de nuestro país, se diluyó con las 10 victorias de Brasil, 9 de Peú y 9 de Chile, más una de Uruguay contra 7, en el historial; en esta 37a versión, Miriñaque, Village King y Sandino Ruler recibieron los mayores elogios
En la
primera versión, hace 40 años, el Gran Premio Latinoamericano (G 1-
Pero el
golpe de realidad que dieron los brasileños con tres victorias consecutivas,
comenzando con la que obtuvo Dark Brown (Tumble Lark) en aquella jornada inaugural
de Maroñas, seguida de la primera en San Isidro, fue fuerte. Tanto, que sólo en
la novena versión del clásico, en 1989 en La Plata, se dio el esperado triunfo
de un caballo argentino, con Savage Toss (Egg Toss), un oasis al que se sumó
Potrillón (Ahmad) en 1992, en San Isidro, precediendo otra serie de ocho, entre
brasileños, peruanos y chilenos, que cortó Don Incauto (Roy), en 2005.
Sin llegar
al nivel de lo que significaron los campeones morales de los 50 en fútbol, con la debacle del Seleccionado en el Mundial de
Suecia en 1958 y la impensada goleada 1-6 ante Checoslovaquia, el turf
argentino se fue al extremo opuesto. El Latinoamericano descendió un escalón para
propietarios, profesionales y criadores en las cartas clásicas de Palermo, San
Isidro y La Plata. Los traslados eran obstáculos para las campañas futuras y con
razón, pero por décadas no se buscaron soluciones para algo vital, si se quiere
correr con chances en el exterior. Se tomaba como una gestión que debían hacer
los hipódromos –cierto, eran los que presionaban a los propietarios para que
compitieran cuando la carrera tocaba en el exterior-, pero pocos se alcanzaron
a preguntar cómo en tiempos de “supremacía argentina”, un caballo como Good
Time (Jerry Honor), por caso –hubo otros- ganaba los clásicos Major Suckow (
Los éxitos
en la Breeders’ Cup, entre otros conseguidos en los Estados Unidos, no tuvieron
su correlato en el Latinoamericano, algo explicable por cierta reticencia de
los propietarios a correrlo como visitantes, porque la calidad de los caballos
exportados era en general superior o porque, sencillamente, los rivales fueron
mejores.
La frase “La
casa se respeta”, que Carlos Sarmiento pronunció en su relato en Monterrico,
cuando el local Lidieris (Mizzen Mast) se impuso en 2014, recibió críticas de
muchos no peruanos. La objetividad no
es un rasgo de los narradores cuando las emociones llegan al máximo. Carlitos
les gritó a los peruanos de las tribunas, no al turf de la Argentina que, nos
consta después de tantísimos años, él admira. Pero los críticos se equivocaron
en tomarlo como algo personal o como desquite de los tiempos en que éramos demasiado
petulantes.
Por cierto que
sin la mentalidad triunfalista del pasado, la tendencia este año, cuando la
carrera vuelve a Maroñas, viró desde las posturas negativas que predominaban todo
en el siglo XX y comienzos del XXI. Miriñaque (Hurricane Cat), Village King
(Campanologist) y Sandino Ruler (Roman Ruler) conforman un trío con
pretensiones ciertas, lo cual responde a la confianza de sus dueños en los
caballos y en el prestigio del Latinoamercano. Son los mejores de la nómina,
según los especialistas que pueden opinar sin la camiseta puesta.
Que nada
impida disfrutar de una carrera única, ni siquiera pensar en un resultado adverso
para los argentinos. Se compite para ganar, nadie lo duda, pero si eso no ocurre,
que no pierda el turf.
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