lunes, 16 de agosto de 2021

Sin el recordado Portal del Alto en Rodeo Chico, Escabiar lo homenajea y Agustín Villamil elige seguir disfrutándolo

 


La yegua, de 4 años, se convirtió en la sexta cría clásica del padrillo, que murió hace dos meses en el haras de San Antonio de Areco, y el criador celebró el sábado el triunfo en el Ricardo P. Sauze (G 3) con sus colores, en Palermo  


“Me dio mucha envidia la nota de Pantera...”, arranca Agustín Villamil. Y sorprende. Uno piensa un segundo, nada más. Hace poco, Ciudad de la Furia le había dado un triunfo clásico a Eduardo Solveyra (h), Pantera para los amigos, y en Turf Class hubo unas líneas sobre lo que sigue dando el haras Don Yayo. Se reía Agustín con su comentario el sábado del triunfo de Escabiar (Portal del Alto) en el Clásico Ricardo P. Sauze (G 3-1600 m), en Palermo. Ahora le toca a él. Entonces se pone serio ante la pregunta:

-¿Cada vez lamentamos más la pérdida de Portal del Alto?

-No ganamos nada lamentándolo –responde, seguro-, también hay que saber disfrutar lo que tenemos, son varias crías de él, todos corren, todos sirven. Es impresionante lo que daba y eso que no tuvo las mejores yeguas; arrancó de bien abajo y se la bancó. Y cada día está mostrando más con poco apoyo. Los principales socios eran Rodeo Chico y Pozo de Luna, los mayoritarios, y varios con algunas acciones. Todos apoyaban, todos contentos con el caballo, desde el día uno daba lindo.

Endrigo Gennoni, dueño del haras El Wing, fue uno de ellos, y también sintió el golpe, como lo dijo en este espacio. Villamil abona las sociedades de criadores: “Creo que los buenos resultados vienen de juntarse varios haras y todos pusieron su granito de arena, todos tuvieron un caballo que servía. Ahora, en Rodeo Chico no tenemos padrillo, pero sí partes en varios. El año pasado trajimos uno con La Leyenda, tenemos el 20%, se llama Lucullan, un hijo de Hard Spun, ganador clásico en Estados Unidos”.

EL VALOR DE TETAZE


-¿Por qué le pusieron Escabiar a la yegua?

   -Es nuestra familia de la E, seguimos un poco la línea de Abolengo, que se cansó de dar caballos buenos. Tenemos un grupo de propietarios con el que nos juntamos a comer asado, está mi hermano Lucho, que es abogado y tiene parte en el haras, pero viene poco a las carreras. (La referencia de su hermano Luis surge cuando se pregunta por Matías, criador, martillero, otro hijo del recordado Luis Villamil II, que se desvinculó de Rodeo Chico y armó su propia estructura con el haras Cardenal. “Somos más amigos que nunca”; aventa posibles discordias Agustín).

Escabiar tiene su historia en los hipódromos. “Sirve mucho a la mañana desde el día 1. La anotamos en el Acebal medio verde, nos hizo jugar la pasada y terminó con un dolorcito arriba. Reprisó y le ganó bárbaro a Siempre en mi Mente, entonces fuimos al Criadores, donde también nos costó un poquito la pasada, y las últimas fueron muy parejas”. Había un pleito pendiente, se piensa, con La Validada (Valid Stripes), que ahora quedó tercera a dos cuerpos y medio. “Nos ganó bien dos veces La Validada –admite deportivamente Agustín-; esta vez, si terminaba segunda de ella de nuevo estaba bien porque creo que es un poco mejor y ahora no lo demostró. Pero Escabiar es buena en serio, Pepe [José Lofiego, su entrenador] la tiene en buen concepto desde siempre y Adri también, por eso no la deja y la acompaña siempre”.


Adri es Adrián Giannetti, por supuesto. “Es un grande, la monta todas las mañanas, la trota, la galopa, es un profesional como pocos”, elogia Villamil. El sábado, el jockey la trajo última entre cinco pero cerca, balconeando hasta la recta final, donde emparejó a la puntera, Zenda Bohemia, mientras La Validada quedaba con poco espacio por dentro y debía sacar por fuera de las dos rivales. Pero Escabiar no la dejó arrimarse a menos de un cuerpo y dirimió su puja con Zenda Bohemia en los 100 finales, para ganarle por un cuerpo y medio. 

En Rodeo Chico hay 35 yeguas madre “y siempre dándole para adelante”, asegura Agustín Villamil, que elige seguir disfrutando de Portal del Alto antes que extrañarlo sin remedio.






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