El uruguayo/argentino/estadounidense alcanzó esa meta en Charles Town, el hipódromo de West Virginia donde además entrena y cría, en una etapa que comenzó hace veinte años de la mano del entrenador Ignacio Correas
La 5ª
carrera del sábado 25 en Charles Town fue un claiming reservado a caballos de 3
años y más, criados en el estado de West Virginia, que no hubieran ganado tres
carreras, sobre
El jinete
tenía motivos para festejar. Es Gustavo Larrosa, el uruguayo/argentino que con
esa conquista llegó a las 1000 victorias en los Estados Unidos… a los 56 años. Al
día siguiente hizo un asado para amigos en su casa y el lunes sorprende cuando
atiende el teléfono: una yegua se le cayó encima. “Estoy un poco dolorido en
los tobillos y las rodillas, tengo que estar dos días en reposo”, cuenta
Larrosa. Tuvo sus piernas aprisionadas entre dos y tres minutos. “Le pegó una
patada en la boca a una chica que quiso ayudar hasta que un chico me tiró de un
brazo y me sacó”, concluye, y asegura que lo importante es que no tuvo
fracturas en el accidente.
Eso tal vez
sea por el estado físico que mantiene: “Peso 53 o 54, no me cuido demasiado, no
salgo a trotar, sólo me cuido en las comidas”, detalla el marido de Analía
Gómez y padre de Nicolás, de 24, Sharon, de 16, y Valentina, de 3,
norteamericanas nativas. “Mi mujer, Nico y yo nos hicimos ciudadanos americanos
el año pasado”, revela Gustavo. Nicolás se dedica a los caballos también, a la
cría: “Trabaja en otra finca, con yeguas madre preñadas y tiene un ganador de 3
conmigo”. Sharon es estudiante de secundaria.
Larrosa
emigró en enero de 2002, luego de la crisis de 2001 y debutó en abril. Ignacio Correas lo
convenció de dar el paso y le abrió las puertas. “Estuve con él un año y luego me
consiguió por sus contactos la chance para venir a Charles Town. Debuté aquí ganando
con un caballo de 90 pesos. Yo venía a galopar, no tenía equipo y me lo prestó
Juan Martín Bourdieu, que ahora se dedica al transporte. Después de un
accidente, tuvo que dejar de correr. El entrenador de Blue Prize y un jockey
que se destacó como aprendiz aquí. Manos argentinas que se tendieron.
Larrosa
ganó 247 carreras en 16 años en la Argentina. La más importante, el Gran Premio
de las Américas – OSAF (G 1), con
Iberal, un hijo de Ibero del stud San Pablo que entrenaba Eduardo Martínez de
Hoz. En los Estados lleva 1000 en 20 años y 11.584 montas. “Hace cinco años que
soy galopador en West Virginia, pero cada vez que me convocan corro. Gané 25
carreras el año pasado. Estoy contratado por la caballeriza del propietario
John Casey, ya fallecido, que continúan su mujer y su hijo. Están por venir
como 30 potrillos nuevos, hay mucho trabajo”. Analía Gómez de Larrosa aparece
presentando en los programas, porque no se les permite hacerlo a jockeys y los
propietarios. En 11 años retiró 41 ganadores en 364 actuaciones. Master This es
entrenado por Mike Butts y pertenece a Charlene Jarvis. “Lo ligué de última”,
apunta Gustavo y lamenta no haber llegado al millar “con un caballo de la
cuadra”, como quería la gente del stud.
Nacido en Paysandú, Larrosa tenía 15 años cuando corrió su primera carrera. Su papá Luis lo había mandado a Entre Ríos porque él no quiso seguir estudiando. Allí lo recibió su hermano Luis y pasó por la Escuela de Aprendices de Ciafardini, Orestes Cosenza, Eduardo Jara. Los entrenadores Cacho Pascual, Juan Carlos Maldotti, entre otros, le dieron oportunidades de arranque y Juan Carlos Etchechoury fue importante porque con su ayuda volvió de una pausa de dos años en la que tuvo algunos “desarreglos de soltero”, como describe Larrosa la situación.
Desde
aquellos días a estos la diferencia la hace el tiempo. Y ocupaciones como la cría:
“Me pasó algo curioso. Ignacio Correas me regaló una yegua, Amplitud Forever
(Cowboy Carson); gané con ella y con una cría suya, Dreams Of Freedom (Denis Of
Cork). La última también es hembra se llama Big Valentina y no ha corrido
todavía”, relata. Con todo eso, Gustavo Larrosa (en la foto cercana, con Juan Carlos Noriega, de visita en Buenos Aires) se hace un momento para ponerse las botas y seguir compitiendo, pese a que
la familia le pida que se retire y a que las mil victorias son un enorme mojón,
quizá impensado a esta altura de su vida.