viernes, 24 de septiembre de 2021

Aníbal Etchart, en el recuerdo de un amigo de siempre, Alberto Iglesias

 

En 1959 (21 años), con el cuidador Eduardo Carabajal y Magneto (Archivo Ricardo Bretón)

Aníbal Etchart, Brazo Fuerte, el jockey del rigor y el hombre de la sonrisa permanente luego, desde cualquier parte en la que haya quedado ligado al turf, como entrenador o en el comisariato del hipódromo de San Isidro, su última actividad, hasta su muerte hace tres días, a los 83 años, por un cáncer. Uno podría recabar datos del archivo y apelar incluso a su memoria (desde la tribuna) para hacer una semblanza, pero el testimonio de Alberto Iglesias, que pasó por casi todas las facetas, desde criador, propietario y agente de exportaciones a funcionario de Palermo, pero sobre todo como amigo, es inmejorable.   

  “Lo conozco de Cardales –cuenta, en presente-; estaba siempre allí, pero nació en Arroyo de la Cruz, un pueblo a unos 10 km de Cardales, entre la ruta 8 y Capilla del Señor. Mi papá jugaba a la paleta en el bar, almacén y cancha de los Di Yorio, en Cardales, y ahí lo conocí. Después seguimos en el hipódromo. Los dos somos del 38. Mi papá era handicapper de Palermo y él ya era aprendiz, había venido a Buenos Aires a los 15 años, pero ya corría cuadreras en aquella zona”. En los últimos años y después de décadas, Alberto y Aníbal coincidieron en ser jueces en las carreras, uno en Palermo, el otro en San Isidro.

  "Era un tipo bárbaro, siempre sonriente, siempre bien, nunca hablaba de más. Lo que yo destaco de él es que fue uno de los últimos freneros, junto con Oscar Domínguez (Semilla), Héctor Sueldo. Después vino el freno-filete, cuando apareció el Topo Sanguinetti. Él corrió con [Irineo] Leguisamo y con Sanguinetti; ganó una estadística cuando estaba [Eduardo] Jara, era muy difícil para un frenero… estuvo en todas las épocas”, describe Iglesias, hermano de Jorge, el recordado gerente del hipódromo de San Isidro desde la reapertura.

Con Ángel Baratucci (HSI)

  “No sé por qué pero en San Isidro Etchart ganaba más que acá –estamos en Palermo-; en las de 1400 en diagonal venía por dentro y los mataba. Estribaba uno largo y uno corto para distribuir la fuerza mejor y siempre con la cincha floja. En ese tiempo no había tantos jockeys exclusivos de una caballeriza o un cuidador; le corrió al Gurí Ojeda, a [Alfonso] Salvati, a Don Yayo. Ganó el Nacional con Trousseau (The Yuvaraj), entrenado por Sergio Lema, el Jockey Club con Pechazo (Guatán), Falstaff (Gulf Weed)”. El peso fue un tema que Etchart sufrió como tantos. “Yo tenía un campito en Escobar y él fue a almorzar; hicimos un asado y él cortó unos pedacitos chiquitos, comió dos o tres. ¿Aníbal, no le gustó? Es que me engaño; tengo que correr mañana… Era pesado”.  

En los 80, un cronista contó entre colegas que Brazo Fuerte se había enterado de que uno de los jockeys consagrados pidió una monta que era de un aprendiz, y la consiguió. Entonces Etchart intervino ante el jockey, sin violencia pero enérgicamente, y la monta volvió a ser del joven que se iniciaba. “Siempre defendió a los pibes –asegura Iglesias, para afirmar el concepto sobre su amigo-; cada vez que hacemos una carrera para aprendices les regalaba una fusta”. Siempre se recordará la característica que identificaba a Aníbal, su rigor en las riendas para defender las posibilidades de sus montados, lo que le valió que lo conocieran como el jockey de los pobres.

  Etchart se retiró en 1983 y estuvo a punto de volver en 1998, a sus 59 años. Entonces, le pidió a un cronista de La Nación: "No asegure totalmente que voy a volver. Mejor diga que lo estoy analizando. En un mes y pico habré tomado la decisión". Llegó a pesar 58 kg en aquel proceso, pero quería llegar a 55. Finalmente, el regreso a las pistas no se concretó, aunque antes, en 1995, sí había participado de una carrera de ex jockeys. Su profesionalismo nunca estuvo en discusión.


EL VALOR DE TETAZE














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